Hoy en día, a raíz de los profundos cambios sociales y la creciente conciencia sobre la importancia del bienestar, existe una mayor preocupación por generar espacios de trabajo saludables que cuiden integralmente a las personas. Esto cobra especial relevancia en organizaciones ligadas al área de la salud, donde paradójicamente a veces no se vela suficientemente por promover el bienestar de los propios equipos de trabajo.
Un primer punto importante es fortalecer las competencias blandas en los profesionales de la salud, incluyendo habilidades comunicacionales y de inteligencia emocional. La empatía, la escucha activa y el cultivo de vínculos de confianza son cruciales en la atención respetuosa y humanizada de pacientes y sus familias. También permite detectar señales de alerta tempranas sobre el estado anímico de los colegas, previniendo situaciones límite.
Otro eje central es cuidar las condiciones laborales de base, con espacios físicos saludables, buena iluminación, ventilación e higiene adecuada, acceso a colación balanceada, etc. Ambientes dignos, sumados a una cultura organizacional de reconocimiento, retroalimentación constructiva y buen trato social, favorecen sustancialmente el compromiso, satisfacción y productividad de los equipos de salud.
Asimismo, es clave preocuparse en profundidad por la salud mental de trabajadores y trabajadoras, previniendo el desgaste emocional mediante supervisiones periódicas, derivaciones oportunas y trabajo en red con psicólogos, psiquiatras y otros especialistas. También se requieren instancias formales de contención y apoyo psicosocial frente a situaciones derivadas de la profesión, como la muerte o deterioro de pacientes.
Por otra parte, también es una tarea pendiente seguir avanzando en eliminar las brechas e inequidades de género que aún subsisten en varias especialidades médicas y paramédicas. Impulsar políticas de paridad en puestos directivos, igualdad salarial y mayor corresponsabilidad en las tareas domésticas y de cuidados, permitiría una mayor inclusión y desarrollo profesional de las mujeres en el campo de la salud.
En paralelo, también se necesitan medidas decididas para prevenir y sancionar el acoso sexual en el trabajo en el mundo de la salud. Los protocolos existentes deben aplicarse con rigor y ampliarse.
En definitiva, las instituciones del rubro de la salud tienen el desafío de liderar con el ejemplo en términos de construir entornos organizacionales que efectiva y coherentemente cuiden, respeten y promuevan el bienestar. Esto requiere un compromiso sostenido en el tiempo de autoridades y mandos medios, junto con destinar recursos e implementar sistemáticamente iniciativas integrales, que equilibren componentes técnicos, humanos, valóricos y culturales.
Incorporar estas buenas prácticas no solo genera beneficios en la calidad de vida de los equipos, sino que también mejoras en ámbitos como seguridad del paciente, experiencia de usuario y resultados sanitarios. Cuando una institución de salud logra altos estándares éticos y de cuidado hacia sus propios trabajadores, eso luego se refleja positivamente en el trato y atención que se entrega a los beneficiarios. En cambio, equipos profesionales sobrepasados, sin apoyos y con desgaste acumulado, difícilmente podrán brindar un servicio de excelencia.
Rosario Nte. 100, Of. 501. Las Condes, Santiago.
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La Fábrica Commercial Hub, Of 206. Ruta 225 Km 1,5. Pto Varas
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