La diversidad generacional en los equipos de trabajo es cada vez mayor. Hoy conviven en las empresas hasta cuatro generaciones distintas, desde los nacidos en la posguerra (baby boomers) hasta los centennials (o generación Z), que no conocieron mundo sin internet. Cada una tiene códigos, perspectivas y también prejuicios diferenciados, lo que genera roces, pero también oportunidades. ¿Cómo hacer que esta variedad generacional sea una ventaja competitiva en lugar de un problema en las organizaciones?
Hoy en día, por lo general, dentro de una empresa interactúan personas de las siguientes generaciones:
Cada segmento generacional, en su período de formación, vivió acontecimientos globales que marcaron sus códigos y visión del mundo. Estas diferencias hacen que, en las empresas, sea complicada la interacción fluida entre generaciones. Por ejemplo, un directivo baby boomer puede molestarse si un joven centennial no le responde emails fuera del horario laboral o le pide flexibilidad de horarios. Desde el otro punto de vista, los centennials pueden percibir a los perfiles con más experiencia como poco empáticos o no lo suficientemente innovadores.
Los roces y problemas comunicativos están a la orden del día en los equipos con una composición generacional heterogénea. Por eso, es urgente que las organizaciones asuman medidas activas para convertir esta diversidad en una ventaja en vez de en una fuente de conflictos.
Para llevar a cabo esta labor, los encargados de recursos humanos y gestión de personas cumplen un rol crucial. Desde su posición, deben hacer de “traductores” entre las distintas visiones generacionales, identificando espacios de encuentro y oportunidades de aprendizaje mutuo.
Es necesario dejar de criticar al otro por sus diferencias y valorar los distintos aportes de cada segmento generacional. Todas las generaciones se han enfrentado a un momento de crisis y han superado desafíos, y hoy les toca colaborar por un propósito común.
Hay casos concretos en que las diferencias pueden desembocar en resultados fructíferos. Por ejemplo, los jóvenes pueden guiar y orientar a las personas de generaciones menos familiarizadas con el uso de herramientas digitales. La tecnología es un puente prometedor. WhatsApp o redes sociales como Instagram suelen ser el hábitat natural de los centennials, pero también están presentes en la vida de los baby boomers. Además, ambos comparten cierta rebeldía y afán por cambiar el “status quo”. Los centennials encuentran orientación vital en estas generaciones anteriores, mientras que estos, recuperan el espíritu juvenil al interactuar con sus nietos generacionales.
La clave está en la generosidad, la flexibilidad y, sobre todo, en la escucha. Cada generación tiene virtudes distintas para aportar, por lo que el diálogo respetuoso y la aceptación de otros puntos de vista es imprescindible para una convivencia fructífera. Los líderes de cada empresa son quienes deben predicar con el ejemplo.
En definitiva, la diversidad generacional es un signo de nuestro tiempo que ha llegado para quedarse. Las organizaciones deberían asumirlo como una ventaja competitiva y aprovechar las visiones complementarias para potenciar la creatividad e innovación. ¿Estamos preparados para ello? El desafío está planteado.
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