El crossover entre IA y digitalización que puede impulsar la gestión de personas hasta el infinito y más allá
La llegada de tecnologías exponenciales como la inteligencia artificial (IA) a todos los ámbitos de la vida está suponiendo una segunda oleada en el imparable proceso de digitalización en el que las empresas llevan inmersas desde hace ya unos años.
En el campo concreto de la gestión de personas, estos nuevos desarrollos, bien diseñados y aplicados, no solo pueden hacer mucho más fácil la vida de los profesionales de Recursos Humanos, sino que aportan precisión, agilidad y seguridad a numerosos procesos de la operativa diaria de cualquier compañía.
Sin embargo, existe el peligro de que la espectacularidad de estos nuevos aplicativos haga olvidar que su verdadero potencial está en combinarlos con otros desarrollos digitales más tradicionales que ya han demostrado su solvencia como eficaces herramientas de gestión.
Me estoy refiriendo, por ejemplo, a las herramientas de registro de jornada o a los software de medición de productividad o de gestión de proyectos. Estos desarrollos aportan seguridad y eficiencia a los procesos empresariales porque permiten automatizar tareas que antes se realizaban -en el caso de que se realizaran, lo que no siempre sucedía- manualmente, consumían mucho tiempo de las personas encargadas de efectuarlas y, además, implicaban un alto riesgo de incurrir en errores.
Los nuevos desarrollos digitales, como las herramientas de medición de productividad, no solo completan esas mismas tareas de manera instantánea y sin consumir tiempo de trabajo de los empleados, sino que lo hacen con mucha mayor fiabilidad.
Pero, probablemente, el verdadero valor añadido que aportan estas herramientas es que miden, y, al hacerlo, permiten una toma de decisiones informada, actualizada y apoyada en métricas objetivas, y no en intuiciones o impresiones.
Facilitan, en definitiva, una valiosa información tanto para los propios trabajadores como para sus managers de cómo está desarrollándose el desempeño de las personas en la organización. Una información que es clave, ya que sin ella no es posible hacer un diagnóstico de dónde estamos ni de cómo podemos mejorar.
En ese sentido, el software de WorkMeter aporta mucha y muy valiosa información al departamento de Recursos Humanos, información que sustenta y facilita una adecuada toma de decisiones. Permite, por ejemplo, mediante un estudio del comportamiento de los empleados, detectar si están en teletrabajo o no, un dato que a la empresa le facilita comparar métricas de productividad entre las diferentes modalidades de trabajo (oficina o teletrabajo).
Además, ayuda a los managers a saber qué recursos están presentes en la oficina en cada momento, reflejar el calendario de los empleados o el porcentaje de trabajadores que están teletrabajando.
Este último dato resulta clave, ya que, no olvidemos que, para ser considerado trabajo a distancia o teletrabajo, la ley marca que al menos un 30 % de la jornada debe realizarse en esta modalidad, dentro del periodo de referencia de 3 meses.
Por último, facilita cumplir acuerdos colectivos de las empresas en materia de teletrabajo.
Una combinación imbatible
El potencial de combinar la digitalización de procesos de gestión de personas con desarrollos ad hoc de inteligencia artificial es enorme. En el caso de WorkMeter, estamos incorporando esta tecnología a nuestros productos de manera paulatina, y siempre buscando mejorar las prestaciones que ofrecemos a nuestros clientes.
Uno de esos crossover entre IA y tecnologías de evaluación de la productividad lo hemos testado con nuestro software de gestión del rendimiento y de medición de teletrabajo. Para ello, nuestro software incorpora IA para detectar de forma no intrusiva el contexto en el que se encuentra el trabajador, si está en videoconferencia o si está o no activo.
La particularidad de este sistema es que permite reconocer el comportamiento del trabajador sin necesidad de escuchar su micrófono o de registrar las imágenes de su webcam durante la videoconferencia; simplemente deja constancia del comportamiento del usuario, no de su contenido, que es completamente confidencial. De esta manera, la medición no solo es precisa en un 99,9 %, sino que no es intrusiva para el trabajador.
Este ejemplo es ilustrativo de las enormes posibilidades que estas tecnologías ofrecen. Pero, eso sí, no aplicándolas sin ton ni son, ni por una cuestión de moda o estética, sino haciendo un análisis riguroso y personalizado de la generación de valor que pueden aportar a un producto o un proceso.
La llegada de esta nueva oleada de tecnologías que, como la IA, están basadas en algoritmos y en el análisis masivo de datos, va a significar un plus de agilidad y fiabilidad para estos procesos.
Combinadas con esas otras aplicaciones que ya están funcionando de manera satisfactoria en los sistemas de gestión empresarial, van llevar más lejos la capacidad de interpretación de esas mediciones y hasta de anticipación de tendencias, prevenir posibles problemas o adelantar respuestas que nos hagan ser más competitivos.
Otra de las ventajas de estos nuevos desarrollos es que pueden mejorar significativamente la experiencia de usuario. Y esta mejora puede tener dos facetas, bien por la espectacularidad de sus interfaces o dispositivos -pensemos, por ejemplo, en un sistema de fichaje basado en técnicas biométricas como el reconocimiento facial-, bien por todo lo contrario, es decir, por su discreción.
Y es que las tecnologías exponenciales permiten tomar mediciones de un modo que pasa prácticamente inadvertido. No, desde luego, con el ánimo de ocultar o engañar al evaluado -su existencia siempre debe ser pública y transparente-, sino, más bien, asimilando su existencia en los procesos naturales del trabajo para facilitar que no condicione los mismos.
Porque una cosa es “saberse” observado y otra muy distinta “sentirse” observado. Como sucede con los buenos árbitros de cualquier deporte, la mejor inteligencia artificial es aquella que pasa desapercibida.